
Hábitos: cómo superar la resistencia al cambio
¿Por qué nos cuesta tanto cambiar hábitos aunque no sean ya satisfactorios para nosotros mismos o para nuestra empresa? ¿Por qué cuando se pretende implantar cualquier sistema nuevo en una empresa nos encontramos con reticencias, trabas, para adoptar el nuevo sistema? ¿Es lógica esa resistencia al cambio?
La Neurociencia da una explicación clara sobre ello. A través del uso de modernas técnicas de imagen se puede observar, por ejemplo, que cuando una persona está aprendiendo una habilidad nueva el cortex prefrontal se activa de manera importante.
Se requiere de concentración para que se creen nuevas conexiones neuronales en nuestro cerebro y que poco a poco se fortalezcan y se fijen. Gradualmente dicha habilidad se mueve al interior de nuestro cerebro y la actividad en el cortex prefrontal, es decir, en nuestra consciencia, se debilita hasta que al final dicha habilidad se vuelve costumbre y se impregna en nuestro sistema límbico o inconsciente.
En resumen, que al aprender necesitamos de mucha concentración y energía, para posteriormente, una vez aprendido, se convierte en hábitos o costumbres inconscientes.
Por ello, nos movemos mejor en modo inconsciente. Y es natural. El profesor y científico de neurología Erst Pöppel de la Universidad de Munich calculó que en un día podemos llegar a tomar 20.000 decisiones. Cada acto que llevamos a cabo precisa la toma de una decisión previa, que por lo general realizamos de manera inconsciente, justo por hábitos o costumbre.
Los hábitos tienen además otra ventaja: nos dan la sensación de seguridad, porque cuando hacemos algo por costumbre, nos suele salir bien y nos alegramos y al alegrarnos nuestro cerebro produce el neurotransmisor dopamina. Este sentimiento de bienestar nos lleva a querer repetir la acción o al menos la manera en la que realizamos la actividad.
Lo que es bueno por un lado puede, por otro lado, terminar siendo un problema, pues los hábitos o costumbres limitan nuestras posibilidades a la hora de actuar, nos impiden ver nuevos caminos e interfieren en nuestra flexibilidad.
¿Cómo se puede entonces cambiar esos hábitos?
El psicólogo Eliot Aronson, profesor en la Universidad de California, en Santa Cruz, se ocupa principalmente del asunto de cómo cambiar los hábitos. Durante el tiempo que trabajó de profesor en Santa Cruz observó que sus estudiantes se tomaban la vida sexual de una manera bastante despreocupada. No parecían tener miedo de contraer el sida. Para comprobar esta observación realizó una encuesta, en la que salió, que sólo un 17% de los estudiantes tomaban precauciones al tener relaciones sexuales.
El resultado dejó tan preocupado a Aronson que se propuso encontrar una solución para cambiar la actitud de los jóvenes. En realidad sólo había dos opciones: O educaba a los jóvenes para tener menos sexo, o les enseñaba a usar preservativos.
Se decidió por la segunda opción.
Su solución resultó muy sencilla y efectiva: convirtió a los mismos estudiantes en educadores comunicadores. Les dejó dar charlas sobre el tema y les transmitió el sentimiento de que, a través de estas conferencias, podrían salvar vidas. En conclusión, motivó a los estudiantes a transmitir el mensaje de un comportamiento que no practicaban.
Mirado de una manera científica, no se trató de otra cosa que crear a los estudiantes una “disonancia cognitiva“, en otras palabras, mala conciencia. Seis meses más tarde un 70% de los estudiantes que habían tomado parte en su campaña utilizaban preservativos.
Existen otras técnicas que ayudan a superar esa resistencia al cambio de personas dentro de las organizaciones. Y no es baladí no utilizarlas.
En un estudio de IBM salió a la luz que alrededor del 60% de todos los proyectos de gestión de cambio, o no resultan o se quedan a medias. La razón de este fracaso es la manera de pensar y la actitud de los que lo llevan a cabo.